En aquellos días, dijo el Señor a Abram: "Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra". Abram partió, como se lo había ordenado el Señor, y con él partió también Lot. Tenía Abram setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Abram llevó consigo a Saray, su esposa, y a Lot, su sobrino, con todos los bienes que habían acumulado y los esclavos que habían adquirido en Jarán, y salieron en dirección a Canaán.
Llegaron a Canaán y Abram atravesó el país hasta la región de Siquem y llegó a la encina de Moré. Por entonces habitaban ahí los cananeos. El Señor se le apareció a Abram y le dijo: "A tu descendencia le voy a dar esta tierra". Entonces Abram edificó ahí un altar al Señor, que se le había aparecido. De ahí pasó a las montañas, al oriente de Betel, y plantó su tienda entre las ciudades de Betel, al poniente, y de Ay, al oriente. También ahí le construyó un altar al Señor e invocó su nombre. Luego se fue trasladando por etapas hacia el sur.
+ Meditatio
Veamos parte del ciclo de Abraham, en el que nos encontramos con un hombre que, aún en medio de la oscuridad de la fe, sabe obedecer y se mantiene fiel a Dios. El pasaje inicia con la invitación de Dios a dejar su tierra, sus raíces e iniciar una nueva vida en la cual le promete que le bendecirá y hará de él un gran pueblo. Y así, con esta promesa, el hombre se lanza en el peregrinar de la fe sin más apoyo que la promesa que Dios le hacía. De manera semejante, Jesús nos invita a dejar nuestra antigua forma de vivir y de pensar, forma de vida en la que "aparentemente" teníamos todo arreglado y que nos proporcionaba bienestar, para iniciar la aventura del amor, de la fe y de la fidelidad.
La invitación se mantiene para que tú, como yo, dejemos todo lo que, en palabras de san Pablo, pertenece al hombre viejo y, movidos por el Espíritu, iniciemos una nueva experiencia a la cual llamamos conversión. No es fácil, lo sabía Abraham y los que con él salían, sin embargo, puesta toda su confianza en Dios, dieron el gran paso del amor y de la fe. ¿Podremos tú y yo dar este gran paso e iniciar un caminar en la fe que nos lleve a la conversión radical?
+ Oratio
Señor, sabes bien que te quiero, pero, ¿por qué sigo atado a las cosas del mundo, a mi posición social, a mi puesto en el trabajo, a los bienes que poseo, y no me atrevo a "remar mar adentro"? Te pido perdón por que no he buscado tu ayuda para dejar todo aquello que me impide alcanzar la plenitud y la vida en abundancia que tienes preparada para mí.
+ Operatio
Hoy comenzaré a vaciarme de las cosas del mundo para saciarme de los bienes del Cielo que has pensado regalarme.
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El Evangelio de hoy
Mateo 7, 1-5
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No juzguen, y no serán juzgados; porque así como juzguen los juzgarán y con la medida que midan los medirán.
¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no te das cuenta de la viga que tienes en el tuyo? ¿Con qué cara le dices a tu hermano: Déjame quitarte la paja que llevas en el ojo, cuando tú llevas una viga en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga que tienes en el ojo, y luego podrás ver bien para sacarle a tu hermano la paja que lleva en el suyo".
+ Reflexión
Con este ejemplo, Jesús nos enseña cómo se ha de hacer y en qué consiste la "corrección fraterna". La primera cosa que debemos entender es que nosotros estamos llenos de defectos, muchas veces más grandes que los de nuestros propios hermanos (tenemos una viga en el ojo). Esto nos ha de hacer humildes y no juzgar a los demás por sus debilidades e imperfecciones (cualesquiera que éstas sean) pensando que nosotros somos mejores. Sin embargo, esto no quiere decir que no los podamos ayudar, o que primero debemos resolver nuestros propios problemas antes de poder empezar a ayudar a nuestros hermanos; significa, que la ayuda ha de ser hecha, primero, sabiendo que no podemos ver bien (es decir que nuestro juicio puede estar viciado por nuestro propio pecado); y, segundo, que la ayuda debe ser hecha con mucha caridad (pensemos en lo delicado que debemos de ser para ayudar a una persona a sacar una basurita del ojo, una de las partes más sensibles y delicadas de nuestro cuerpo). Estos son los dos elementos que debemos de tener en cuenta cuando verdaderamente queremos ayudar a nuestros hermanos a ser mejores, a superar sus imperfecciones, sus faltas. Para resolver nuestros problemas y superar nuestras debilidades necesitamos de la ayuda de los demás, sin embargo, ésta ha de ser hecha con mucha caridad, prudencia, paciencia y delicadeza, pues en esto nos reconocerán verdaderamente como hermanos.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caroy para colmo Ineptitud en la campaña de Eruviel Ávila - Roberto Calleja Ortega lea mas... http://bit.mx/rco
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