En aquellos días, un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley y respetado por todo el pueblo, se levantó en el sanedrín, mandó que hicieran salir por un momento a los apóstoles y dijo a la asamblea:
"Israelitas, piensen bien lo que van a hacer con esos hombres. No hace mucho surgió un tal Teudas, que pretendía ser un caudillo, y reunió unos cuatrocientos hombres. Fue ejecutado, dispersaron a sus secuaces y todo quedó en nada. Más tarde, en la época del censo, se levantó Judas el Galileo y muchos lo siguieron. Pero también Judas pereció y se desbandaron todos sus seguidores. En el caso presente, yo les aconsejo que no se metan con esos hombres; suéltenlos. Porque si lo que se proponen y están haciendo es de origen humano, se acabará por sí mismo. Pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes deshacerlo. No se expongan a luchar contra Dios".
Los demás siguieron su consejo: mandaron traer a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Ellos se retiraron del sanedrín, felices de haber padecido aquellos ultrajes por el nombre de Jesús.
Y todos los días enseñaban sin cesar y anunciaban el Evangelio de Cristo Jesús, tanto en el templo como en las casas.
+ Meditatio
Este pasaje nos permite destacar dos elementos importantes para nuestra vida. El primero, y que es en esencia la tesis que continuamente presenta San Lucas en su libro, es el hecho de que el proyecto de Dios, la extensión del Reino, se realiza a pesar de todos los obstáculos humanos que se van presentando. Por ello, nuestra cooperación a su propagación consiste en permanecer fieles y obedientes a la palabra de Dios. De manera que las oposiciones que a veces se presentan en nuestros centros de trabajo o de estudio no hacen otra cosa más que confirmar la palabra de Jesús: "Serán perseguidos por mi causa".
La segunda enseñanza, que se deriva precisamente de ésta, es el hecho de que los apóstoles tomaron como un HONOR el haber padecido todo esto por el nombre de Jesús. Ahora sí pueden estar seguros que son "bienaventurados" y que les pertenece el Reino de los cielos. Por ello, cuando te persigan, te desprecien, te traten mal por portarte, vivir o pensar como un cristiano, agradécele a tu agresor la oportunidad que te dio de "padecer por Cristo" y siéntete agradecido con el Señor que te consideró digno de este honor.
+ Oratio
Muchas veces me han hecho padecer en mi vida, Señor, muchas veces he experimentado rechazo, dolor y sufrimiento causado por otras personas, sin embargo, Señor, la mayoría de esas veces yo he llevado una parte de la culpa en ello, muchas de esas veces sólo se ha tratado de la falta de capacidad en las relaciones y de la falta de tu presencia en ellas.
Hoy te pido, Señor, que no sea por eso que sufra, sino más bien que padezca y sufra, pero con la seguridad de que fue por haber hecho tu voluntad y haber anunciado con mi vida tu amor y salvación a otras personas, pues estoy convencido de que así seré bienaventurado y dichoso en esta vida y en la venidera.
+ Operatio
Hoy enlistaré las cosas que me han hecho sufrir en mi vida, y de entre ellas resaltaré las que en realidad fueron por estar unido a la causa de Dios. Si encuentro algunas de ellas, le daré gracias por esa oportunidad. Si nunca he tenido esa experiencia, le pediré a Dios que me ayude a ser más comprometido con el anuncio de su mensaje de amor y de paz.
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El Evangelio de hoy
Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto las señales milagrosas que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: "¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?" Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan". Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?" Jesús le respondió: "Díganle a la gente que se siente". En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.
Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien". Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.
Entonces la gente, al ver la señal milagrosa que Jesús había hecho, decía: "Este es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo". Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.
+ Reflexión
Quisiera hoy destacar dos pequeños elementos que surgen de nuestro texto. El primero es la acción de gracias de Jesús. Esto es algo que se ha perdido mucho en nuestra vida. Con la mayor naturalidad nos sentamos a comer y nos paramos de la mesa sin haber agradecido a Dios el don que nos ha dado. Ciertamente es producto de nuestro trabajo, pero ser agradecidos es don de Dios, pues todos los dones nos vienen de su generosa mano. El otro elemento en el cual podemos reflexionar es el de "no ser desperdiciados". Esto parece trivial pero mucha comida y mucho tiempo se tira a la basura por descuido nuestro. En un mundo en donde hay miles de gentes que mueren de hambre, o no tienen un trabajo, lo menos que podemos hacer es no desperdiciar. Debemos aprender a servirnos lo que vamos a comer, y a guardar lo que sobró para que no se tire. Asimismo no debemos desperdiciar nuestro tiempo, si verdaderamente lo reconocemos como don de Dios; tirarlo o desaprovecharlo, es desaprovechar el don de Dios. Esta instrucción de Jesús nos abrirá la puerta no sólo a la caridad y a la generosidad, sino a valorar lo que tenemos y a usarlo correctamente.
Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro
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